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Sexología y racismo médico

Por Natalia Hilario De La Cruz

Cuando hablamos sobre el aspecto biológico-orgánico de la sexualidad en una de mis clases sobre sexología médica me di cuenta de que no conozco nada al respecto porque, a través de mi carrera universitaria, nunca me llamó la atención incurrir en las aportaciones que las ciencias naturales han hecho en cuanto a este tema. La verdad es que me ha dado miedo intentarlo porque les cuerpes, al igual que las ciencias naturales, me causan pánico. Desde pequeña las vísceras, los órganos, los tejidos, toda esa masa innombrable que llevamos por dentro, me ha generado un asco inmenso y cada vez que las veía en la televisión me reafirmaba que jamás podría ser doctora por esa misma razón. Ahora esto no me sorprende debido a que puedo reconocer las maneras en que, durante toda mi vida, me han inculcado un terror por tanto le cuerpe propie como les de otres.

Al tomar en cuenta el trasfondo histórico y socio-cultural de la negritud en Puerto Rico, que es de donde vengo (aunque este es tan solo uno entre muchos ejemplos de lo que ha ocurrido como resultado de las circunstancias creadas a nivel global mediante el colonialismo), este pánico se tiende a manifestar de unas formas muy particulares al tomar lugar en una persona negra con una cuerpa feminizada que ha sido empobrecida debido a la precarización de la calidad de vida de las comunidades negras e inmigrantes en la isla. La violencia anti-negra que he experimentado en mi día a día, al igual que la que han vivido muches otres cuerpes feminizades negres que han hablado sobre sus experiencias a través de las redes sociales, mediante la misoginia y la cuirfobia negra es el origen de estos síntomas. Me explico; en el imaginario social puertorriqueño estxs cuerpes se han convertido en un contenedor para todas las desgracias habidas y por haber de la historia de este país según las narrativas que se han construido sobre elles: son una amenaza para la pureza blanca, europea, cis-heteronormativa, capitalista, civilizada, racional y funcional a la que tanto se aspira alcanzar desde los mensajes implícitos en los discursos nacionales de las Américas. 

En el ensayo “Entre la negación y la explotación: políticas de sexualidad sobre los cuerpos de las mujeres negras.”, Katsí Yarí Rodríguez Velázquez dice lo siguiente al respecto:

“...esa violencia sexual colonial es también el cimiento de todas las jerarquías de género y raza presentes en nuestras sociedades (Carneiro, 2008). Violencia sexual que en el caso de las mujeres negras ha pasado inadvertida al punto de naturalizarse ese trato a su cuerpo sin el reconocimiento de la violación y atribuyendo de manera fija la hipersexualidad como constitutiva de las mujeres negras.

[...]

Esta realidad es la que hace latente la denuncia de Carneiro al reclamar: “Somos parte de un contingente de mujeres con identidad de objeto.” Y en esa identidad de objeto, el cuerpo asume un papel central porque en él se inscribe. Es un cuerpo al que desde niñas se nos enseña a odiar; un cuerpo que siempre necesita arreglo; un cuerpo visto como un conglomerado de excesos; un cuerpo codificado como la anti musa, todo lo opuesto a la belleza que se le otorga al de las mujeres blancas. Un cuerpo sobre el que son pocas las decisiones que se nos permiten tomar desde temprana edad y ocasiona el que por largos momentos de nuestras vidas no tengamos idea de cómo llevarlo. Un cuerpo atravesado por la naturalización de la hipersexualidad y su constante representación; un cuerpo silenciado y reducido al espectáculo (hooks, 1992).”

“From He, to She, to Me”, 2016, Destiny Belgrave

Al principio de la clase el profesor mencionó que hablar sobre la organicidad de forma pura y aséptica es imposible porque nunca vamos a estar frente a un problema que sea únicamente orgánico sino que siempre va a formar parte de un entramado que conlleva otros problemas. Es por eso que prefiero hablar sobre los orígenes de estas carencias de conocimiento para que puedan comprender los posibles vacíos desde los cuales pueden partir futures estudiantes de sexología negres y/o inmigrantes, sean de algún lugar en España o de otras partes del mundo. 

 

La sexología médica no existe en lugares como Puerto Rico para personas como yo. No tenemos acceso a atención médica básica que sea de calidad así que, al considerar la sexualidad como un tabú, las prácticas ejercidas desde cualquier disciplina que son dirigidas a este aspecto de la salud se consideran frívolas, cosas de gente blanca, con dinero y/o del “primer mundo” desde el cual estoy escribiendo en estos momentos. ¿Primer mundo para quién? ¿Sexología médica para quiénes?

 

En fin, como no hay dinero para pagarle a diches profesionales no consideramos la opción de acudir a sus servicios y, de estar los fondos disponibles, no habría la confianza para esperar que nos tratasen con dignidad ya que la mayoría de elles tienden a ser las mismas personas que tienen los recursos para obtener títulos en estos campos de estudio: personas blancas, adineradas, cuyas visiones de mundo están permeadas por la normalización de valores, actitudes y comportamientos basados en la violencia anti-negra, xenofóbica, clasista, cuirfóbica, capacitista, etc. 

 

En los Estados Unidos se han llevado a cabo múltiples investigaciones y se han rescatado un sinnúmero de relatos históricos que han servido como evidencia de las repercusiones que ha tenido este fenómeno sobre la disposición que demuestran las comunidades negras para acudir a los servicios médicos que se encuentran a su alcance y para reclamarle a les profesionales de la salud que hagan su trabajo como deben. Recurro a los artículos publicados en este contexto en particular porque desconozco los detalles del trato a las personas negras desde el campo de la medicina española y porque Puerto Rico es colonia de los Estados Unidos por lo cual la conexión entre las violencias que reciben las comunidades marginadas que se dan allá y las que se dan en la isla se vuelve cada día más estrecha. 

 

Además, en la actualidad se están comenzando a dedicar esfuerzos investigativos que sean accesibles al público general para dar cuenta de esta situación debido a que tradicionalmente la incorporación de los sectores negros en el alumnado de las ciencias naturales en Puerto Rico es reducida en comparación con la de estudiantes que no forman parte de él. En el artículo titulado Race and Medicine: How Modern Medicine Has Been Fueled By Racism” Alicia A. Wallace habla sobre cómo las violencias que han causado esta desconfianza en las comunidades negras estadounidenses provienen de un antecedente histórico en el que el racismo médico nos ha relegado al rol del objeto sobre el cual se interviene y se experimenta:

 

“J. Marion Sims, credited for the invention of the vaginal speculum and repair of vesico-vaginal fistula, is referred to as the “father of gynecology.” Starting in 1845, Sims experimented on Black women who were enslaved, performing surgical techniques without the use of anesthesia. The women, considered the property of enslavers, were not permitted to give consent. Further, it was believed that Black people did not feel pain, and this myth continues to restrict Black people’s access to proper medical treatment. The names of the Black women we know of who endured torturous experimentation at the hands of Sims are Lucy, Anarcha, and Betsey. They were taken to Sims by enslavers who were focused on increasing their production yields. This included the reproduction of enslaved people. Anarcha was 17 years old and had gone through a difficult 3-day labor and stillbirth. After 30 surgeries with nothing but opium to ease her pain, Sims perfected his gynecological technique.”

Las instancias de maltrato y descuido dirigidas hacia les cuerpes negres que están arraigadas en este legado han continuado ocurriendo durante las últimas dos décadas de múltiple maneras. Por ejemplo, en el apéndice D titulado “Racial disparities in Health Care: Highlights From Focus Group Findings” de la publicación “Unequal Treatment: Confronting Racial and Ethnic Disparities in Health Care” nos demuestran los testimonios que les participantes de ocho grupos de enfoque compartieron en la investigación sobre sus experiencias lidiando con racismo al acudir a servicios médicos y/o trabajar en el campo de la medicina siendo personas no blancas:

 

“More troubling are instances that participants mentioned where the quality of medical treatment was compromised by discriminatory attitudes or practices that participants believed led to either misdiagnosis or improper treatment

[...]

Being in a group practice seeing predominantly African American patients, I have patients who have seen mainly white physicians in the past. When they come in to visit with us and speak with us, something as simple as [asking them to] sit up on a table and they got a question. “What are you going to do?” “I'm going to examine you.” “Oh, my other doctor never did that.” (African American physician)


Of course, in psychiatry we see this [discrimination]. One area we see is in terms of diagnosis. Patients are inappropriately diagnosed and medications prescribed for the patients. We see errors in that. Minority patients will often be diagnosed inappropriately as being schizophrenic. (African American physician)” (Grady & Westat, 2003)

 

Por otro lado, los datos estadísticos de una encuesta llevada a cabo por The Undefeated and the Kaiser Family Foundation (KFF) en los Estados Unidos que fueron publicados durante el año pasado por medio de la revista de National Geographic en un artículo titulado “Black Americans see a health-care system infected by racism, new poll shows” incluyen los siguientes hallazgos:

 

“...7 in 10 African Americans believe that people are treated unfairly based on race or ethnicity when they seek medical care. It’s a feeling born of unequal history and intensified by the coronavirus pandemic, which is disproportionately ravaging Black lives both physically and economically.

The poll, which included interviews with 777 African Americans, is the most comprehensive survey of Black attitudes and experiences with health care since the start of the pandemic

[...]

While a sizable minority of Americans of all races are deeply skeptical of the nation’s byzantine health care system, the feeling is more pronounced in the Black community. Fifty-five percent of African Americans said they distrust it

[...]

Despite the horrific toll of the pandemic, African Americans are doubtful about the promise of a coronavirus vaccine that public health officials hope to begin deploying in the coming months. Just half of African Americans surveyed said they would be interested in taking a vaccine, even if it were determined to be safe and were provided at no cost. By comparison, 2 in 3 white people said they would definitely or probably get vaccinated, as did 6 in 10 Hispanics. The vast majority of African Americans who said they would not take a coronavirus vaccine did not think that it would be properly tested, distributed fairly or developed with the needs of Black people in mind.”

 

Hoy hablamos sobre el racismo médico para demostrar que hay bases reales para nuestro desconocimiento abismal. Para nuestra total desconfianza en la sexología médica y en las muchas otras “ías” con las que nos toca bailar si queremos procurar nuestro bienestar y nuestra salud mediante la medicina científica.

Ilustración de portada: "Vitamin V", 2016, Destiny Belgrave

Natalia Hilario De La Cruz

Escuela de Educación Sexual Explícita