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III.Psico-erotismo masculino

Por Natalia Hilario De La Cruz

Como ya se ha planteado en las últimas dos partes de esta serie de artículos, según la lógica binaria que tendemos a seguir cuando hablamos del sexo y el género, el cuerpo de los hombres es distinto al de las mujeres y, por ende, esto condiciona sus actitudes y sus vivencias. De acuerdo a esta, no sólo hay unas variaciones corporales externas (rasgos sexuales primarios y secundarios) sino también internas (hormonas, órganos internos). Estas diferencias generales entre los hombres y las mujeres se engloban en lo que se considera como “lo masculino” y “lo femenino” y así se crea la expectativa de que las personas con pene ejerzan roles masculinos en tanto que su cuerpo es diferente al de las personas con vulva, de quienes se espera que ejerzan roles femeninos.




Lo que esto quiere decir es que, a partir de estas diferencias genitales, se crea un proceso de socialización que le impone a las personas con pene lo que se conoce como la masculinidad. La masculinidad se puede definir como un conjunto de valores, actitudes y comportamientos comunes que se distinguen por ser opuestos a los que se asocian a la feminidad. De esta manera, son educadxs para convertirse en hombres que ocupen una posición de poder superior a la de lxs demás en todos los ámbitos de sus vidas, incluyendo el de la sexualidad. 


La valoración de “lo masculino” por encima de “lo femenino” favorece, mantiene y refuerza un discurso occidental, patriarcal y reduccionista al enfocarse en una parte, los genitales, frente a la totalidad de una persona. Lo que esto desencadena es que, a su vez, se sobrevaloren las características asociadas a dichos genitales y la identidad de género que se les atribuye frente a todos los otros cuerpos e identidades con los que podamos interactuar en nuestras vidas. 


Aviso: A pesar de que cuando la autora habla del psicoerotismo masculino en este texto se refiere a los hombres cisgénero únicamente, en este artículo me voy a referir a las personas que han sido socializadas como hombres por sus genitales aunque no se identifiquen como tal. Cuando hablo de un vínculo real a lo masculino me refiero a la identificación que esa persona tenga con él en vez de la que dan por sentado las personas a su alrededor por su expresión de género. Esta definición de lo masculino no abarca la amplia gama de identidades de género de las que debemos estar al tanto hoy en día.


Cuando los genitales se convierten en el símbolo por excelencia del poder masculino se genera una estructura que sujeta una gran parte de la autoestima del hombre a ellos. Lo que se entiende como lo contrario, ya sea la imagen subjetiva de genitales pequeños, con dificultades para alcanzar y mantener la erección, como cuando aparecen episodios de impotencia, por ejemplo, en fin, de un sistema reproductor distinto al que establece la norma, genera miedos, baja estima de sí mismxs e incluso puede dar riendas a episodios depresivos. Para entender algunos de estos miedos resulta ser de suma importancia que comprendamos la magnitud que puede alcanzar el valor del pene en el mundo de lo masculino como un elemento de autoestima y poder. Por lo general, se espera que los hombres centren su reconocimiento personal y social en sus genitales y en su identificación con ellos. De hecho, existe todo un reconocimiento comunitario y una sobreestimulación social que gira en torno a esa parte de sus cuerpos.




Juegos eróticos en la infancia y adolescencia


Las sensaciones corporales genitales que dan lugar a la masturbación consciente poco a poco se convierten en una prioridad que va por encima de las sensaciones corporales globales. Por una parte, esto se debe a que desde cierta edad se deja de acariciar corporalmente a lxs niñxs que son socializadxs como varones y, por otra, la presión social que se genera a través de la subcultura masculina refuerza la genitalidad mediante los mensajes directos e implícitos que reciben por parte de los adultos a su alrededor y que se reproducen en los grupos de pares. Sin embargo, estos mensajes que reciben a lo largo de su desarrollo erótico suelen ser contradictorios ya que coexisten los mensajes de sus genitales como símbolos de fuerza y poder con otros negativos como los relacionados a:


  1. La salud: Un ejemplo son los mitos de doctores como Samuel Auguste Tissot en donde se afirmaba que la masturbación seca la médula, disminuye el rendimiento físico y psíquico, puede producir esterilidad, locura, tuberculosis, etc.

  2. La moral religiosa: En muchos de nuestros casos, esta ha favorecido la represión sexual al penalizar el placer mediante la noción del pecado para culpabilizar el goce sexual.

  3. Los valores masculinos adultos: A veces la masturbación se vive como un sustituto a las relaciones sexuales, restándole valor y disminuyendo con ello la propia estima cada vez que se practica.


Por todas estas razones la masturbación suele tener un doble sentido de culpa y prestigio. Aunque muchas veces se exprese lo contrario, en general las personas que han sido socializadas como hombres reconocen que viven o han vivido la masturbación de maneras en que les ha hecho daño por los sentimientos de culpa que en mayos o menor medida suelen acompañarla. Algunxs sostienen prácticas sexuales con otros compañeros o amigos durante su adolescencia aunque una vez surge o se sugiere la posibilidad de vivirlas desde la homosexualidad, que tiende a ser entendida como “ser menos hombre”, se inicia un proceso de distanciamiento íntimo entre ellos y pueden aparecer actitudes homofóbicas. Una forma de canalizar estos impulsos suele ser a través de los juegos de fuerza que se dan entre adolescentes donde, gracias a la expresión de la violencia (juegos de golpearse, forcejear, etc.) es permitido el contacto físico.


La erótica masculina genital




La fijación fálica nos lleva a desarrollar un tipo de erótica masculina en la que la idea de la sexualidad de los hombres es percibida como si estuviera centrada en la genitalidad únicamente. Debido a que esa es la manifestación de la sexualidad masculina que ha sido normalizada, las personas que han sido socializadas como hombres tienden a heredar un escaso desarrollo de otro tipo de sensaciones que no se centren en la genitalidad, tanto a nivel del cuerpo como de fantasías. De esta manera, una gran parte de las fantasías sexuales que se asocian a la masculinidad giran alrededor de los genitales propios y ajenos:


  1. La medición de la virilidad por medio de récords: Como el número de polvos y la capacidad de aguante o la cantidad de semen que producen.

  2. Las dimensiones, formas y peso de los genitales son una de las fuentes de prestigio o angustia al compararse entre sí cuando estos se ajustan al ideal sexual masculino o no.

  3. En cuanto al ano, muchxs rechazan esta parte de su cuerpo como una fuente de sensaciones placenteras por varias razones:

    1. Tradicionalmente el ano se asocia a la defecación y lo sucio.

    2. Una vez se reconoce el disfrute del placer anal surge una sospecha de que esté ligado a la homosexualidad.

    3. Las relaciones sexuales anales son consideradas como relaciones de poder al ser entendidas como una expresión de la dominación o sumisión.

    4. El beso negro (el beso que se da en el ano) era una práctica ritual de iniciación en los aquelarres de la Edad Media la cual fue castigada por la Inquisición.


La erótica masculina global


Podemos ver cómo el enfoque en lo genital ha inhibido el desarrollo de la globalidad desde las dificultades que se tienen para establecer un contacto físicamente o recibir una caricia sin desear o presuponer una relación sexual genital hasta la dificultad para integrar el aspecto emocional en sus acercamientos sexuales. El trabajar sobre esa globalidad perdida, reprimida o que no ha sido desarrollada para poder sentir el cuerpo desde la globalidad supone todo un cambio de percepción de sí mismo, no sólo en su dimensión erótica sino en sus posibilidades de relacionarse a otras personas.


A través de su trabajo terapéutico, Sanz establece que la sorpresa que los hombres experimentan al poner ejercicios eróticos globales en práctica y no experimentar una erección es frecuente. Sin embargo, afirma que aún experimentan placer a pesar de que es otro tipo de placer al que están acostumbrados por lo cual pueden hasta llegar a replantearse la amenaza de la impotencia sin angustia alguna. Es así que descubren que el cuerpo reacciona de muchas maneras y el pene no tiene por qué reproducir respuestas automáticas:


“...con ello no van a perder su potencial genital, sino ampliar su vida a otras dimensiones que pueden complementarse con la genitalidad, favoreciendo así el encuentro erótico.”


Referencias

Sanz, J. (1990). Psicoerorismo femenino y masculino: Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas. Subculturas femenina y masculina. Editorial Kairós, S.A.

Natalia Hilario De La Cruz

Escuela de Educación Sexual Explícita