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II.Psico-erotismo femenino

Por Natalia Hilario De La Cruz

A pesar de que, gracias al incremento en los esfuerzos por difundir una educación sexual que sea accesible y de calidad a través de las redes sociales, cada vez es una cantidad menor de personas a las que les ocurre esto, aún se puede considerar que bastantes personas que han sido socializadas como mujeres se encuentran desligadas de su erótica. Al decir esto, Sanz se refiere al hecho de que no tienen una conciencia de las fuentes de su placer y del mundo de sus sensaciones. En muchas ocasiones las rechazan para no sentir de por sí y en otras tratan de imitar la erótica de sus parejas ya que consideran que su sexualidad solo existe para complacerlas. Esta separación es otro resultado más de la alienación social a la que los cuerpos feminizados han sido sometidos por su vínculo real y/o percibido con lo femenino. Hace sentido que este fenómeno también abarque el terreno de su psicoerotismo.




Aviso: A pesar de que cuando la autora habla del psicoerotismo femenino se refiere a las mujeres cisgénero únicamente en este texto, en este artículo me voy a referir a las personas que han sido socializadas como mujeres por sus genitales. Cuando hablo de un vínculo real a lo femenino me refiero a la identificación que tenga esa persona con él en vez de la que dan por sentado las personas a su alrededor. Esta definición de lo feminino no abarca la amplia gama de identidades de género de las que debemos estar al tanto hoy en día.


A través de la historia, la idea de una mujer ha estado situada mayormente en el no y la queja más que en el sí y la propuesta alternativa debido a las situaciones de violencia en las que ha sido colocada constantemente a partir de sus circunstancias. Sabían lo que no les gustaba y lo que no querían, cuales tratos, acercamientos o ritmos no concordaban con sus deseos. Aún así, por lo general no sabían pedir o proponer aquello que correspondía a sus necesidades sexuales porque nunca habían recibido el conocimiento ni la aprobación social para ello. Si en el contexto tradicional la identidad femenina se construye en base a los factores de autoanularse y priorizar los deseos de lxs demás antes que los suyos ¿cómo podría reconocerlos e, inclusive, reivindicarlos si no podía ser una persona deseante en primer lugar?


Otras veces se les ha exhortado a asumir la erótica creada desde el imaginario masculino como suya como una manera de recuperar el disfrute de su sexualidad. Sin embargo, cuando sus deseos o la intensidad de ellos no coinciden con los que se plantean desde la masculinidad a menudo se culpabilizan a sí mismas. Debido a que la idea que usualmente tenemos del erotismo femenino ha sido definida por los hombres, cuando una mujer cree que no hay una congruencia entre las sensaciones que experimenta y lo que oye o lee que debería experimentar se considera que sus vivencias son anormales y caen dentro de las categorías de las disfunciones sexuales.




Algunas de estas personas aceptan su genitalidad pero no reconocen su vulva como una fuente de placer. A pesar de que ven el clítoris como una de las bases de la excitación sexual y el desencadenante de orgasmos, la consideran como un símbolo de opresión. En los momentos en que nos identifiquemos con estos pensamientos cabe recordarnos a nosotrxs mismxs que toda persona es digna del reconocimiento y la apropiación de todo su cuerpo y de las posibilidades de sentir que tiene sin importar cual sea su comportamiento erótico. Por otro lado, algunxs han desarrollado su sexualidad de una forma más libre de lo que se espera de los cuerpos feminizados. Han trabajado con su cuerpo y su culpa, descubierto más sensaciones por las extensas caricias de su piel y esto les ha permitido conocer sus recursos y su mapa erótico más a fondo. 


Según Sanz, algunas de las quejas frecuentes en la consulta incluyen la falta o escasez de ternura, la monotonía de la rutina tanto en la relación sexual como en la vida cotidiana, la escasez de caricias o limitación de estas a algunas partes del cuerpo (básicamente la boca, los pechos y genitales), la rapidez y brevedad en el encuentro y la dificultad para comunicarse desde lo personal, o sea cuando nos perciben como un objeto sexual en vez de como personas. Aunque esto parezca contradecir la queja de la brevedad, ante la insatisfacción en los encuentros muchxs desean que las relaciones sexuales acaben cuanto antes para continuar con sus cosas. Destaca que las quejas que tienden a surgir en las relaciones cuir con más frecuencia aunque también se manifiestan en la relaciones hetero giran en torno al rechazo afectivo, los celos, los problemas que surgen a raíz de la marginación social. 


Características del psicoerotismo femenino


  1. Una gran sensibilidad corporal con difusión global de sus sensaciones:


Las personas gozan de su cuerpo mediante las caricias corporales porque estas producen una percepción de su globalidad cuando la sensación se difunde en su totalidad.


  1. Cierta anestesia genital:


Esto ocurre sobre todo en el caso de aquellas personas que han tenido poca experiencia con sus genitales. El no jugar con ellos dificulta la comprensión de sus sensaciones y la posible carga de fuertes connotaciones negativas. De esta manera, ocurre un cierre que va desde el vaginismo al “no siento”.


  1. Percepción sexual globalizadora:


La mirada hacia lxs otrxs tiende a ser totalizadora ya que se perciben como un conjunto más que sus partes. Dentro de esta globalidad son de suma importancia los sentidos y las fantasías eróticas.


  1. Los sentidos se desarrollan en las actividades que no son sexuales específicamente.


  1. En las fantasías eróticas, las fantasías enfocadas en los genitales además de ser placenteras pueden ser la fuente de culpa o pueden ser reprimidas.


  2. El cultivo del espacio erótico interior o la clandestinidad, lo oculto, lo secreto:


Al encontrarnos en sociedades que son sexualmente represivas los cuerpos feminizados estos desarrollan su sexualidad en la clandestinidad, tanto cuando hablamos de sus fantasías como de sus comportamientos. Como una manera de defenderse de la doble moral cis-heteropatriarcal, muchos de los avatares de estas personas, ya sean reales o fantaseados, quedan ocultos y son recreados en la intimidad.



El contacto entre los cuerpos feminizados


Desde los contactos superficiales como el que les laven y toquen el pelo en la peluquería, hasta recibir masajes, el abrazo, el beso, hacerse cosquillas, etc., todos estos toques pueden servir para entrar en un estado en donde se aflojan, se expanden, se relajan, amplían la respiración y pueden llegar a adormecerse. Les produce placer el cuerpo porque es algo que han desarrollado en el contacto con otros cuerpos feminizados, sobre todo durante la infancia y la adolescencia. Sanz llama a este tipo de sensaciones la erótica del contacto debido a que no tienen por qué incitar ningún deseo genital. Ni de masturbación, ni de penetración, ni tampoco ese tipo de fantasías.


En este sentido, muchas personas se sienten frustradas cuando acarician a su compañerxs para excitarles y que así deseen tener sexo. Si su resultado es ese tipo de encuentro piensan que esta forma de comunicación ha funcionado mientras que cuando no lo desea o se relajan demasiado sienten que ha fracasado. Si con ese tipo de caricias surge un deseo sexual usualmente es porque ya existía uno previo o porque se tenía cierta carga de tensión en esa zona y entonces se conduce y concreta ahí a través del contacto con el cuerpo. Lo importante es saber que se puede sentir el placer por mero hecho de ser placer y que la descarga sexual a la que estamos acostumbradxs no es requirida sino que esa energía se puede distribuir por todos los poros de la piel.

 

Más allá de las fantasías eróticas, el contacto ha sido la forma en que la mujer ha podido conducir su energía sexual y la ha desarrollado. Cuando hablamos de nuestra historia sexual solemos fijarnos en nuestras prácticas masturbatorias, si ha habido agresiones sexuales o nuestras primeras interacciones sexuales. Sin embargo, con esta visión parcial de nuestra evolución sexual se tiende a pensar en sexualidad = genitalidad nuevamente, un hábito aprendido desde el esquema masculino. Existen muchas otras prácticas y juegos que parecen no conllevar implicaciones sexuales y por eso son permitidas socialmente. Estas nos preparan para el placer corporal mientras lo alientan.


El cuerpo erótico genitalizado


Para algunxs no es fácil descubrir o desarrollar su genitalidad desde la infancia. Aquí hay varias razones que explican esta dificultad:


Socialmente a la mujer se le reprime el encuentro con sus genitales y se refuerza esa carencia de contacto al hacer valoraciones positivas de su rol de mujer: La feminidad es entendida como el no-deseo sexual y el desarrollo de otras áreas de la personalidad. Todavía acuden a los consultorios diciendo que no necesitan la masturbación ni el deseo de tener relaciones sexuales porque han desarrollado la genitalidad poco al convencerse de esas cosas son propias de “las necesidades masculinas”.


Los genitales que tradicionalmente se asocian a la feminidad se encuentran en el interior del cuerpo: Esto supone que no se pueden ver (útero, ovarios) ni tocar con facilidad (vagina) a menos de que se conozca. A medida en que desarrollamos nuestro mapa erótico se crearan interconexiones corporales que nos permitan sentir nuestros genitales mediante la estimulación de cualquier parte del cuerpo.


Se ha relacionado inconscientemente la genitalidad con los hombres:

Hemos recibido mensajes de nuestras madres, tías y demás como “Que no se aprovechen de ti”, “Todos los hombres quieren lo mismo”, “Hazte valer”. Más adelante entendemos que:


Vagina abierta = mujer fácil = depreciación = abandono afectivo

Vagina cerrada = mujer difícil = valoración positiva = interés


Es decir, la vagina abierta o cerrada adquiere un simbolismo de poder. Una vagina cerrada es una vagina no-deseante, una forma de no doblegarse, de no someterse. Esto puede explicar que aún exista esa anestesia genital y que el sexo no sea placentero para las personas que la padecen.


Desarrollar la sensibilidad de la vulva permite:


  1. Recuperar el propio cuerpo.

  2. Percibir sensaciones placenteras diferentes a las que se experimentan en el contacto con el clítoris o el resto del cuerpo.

  3. Favorecer la genitalidad, algo que no solo se consigue mediante la estimulación clitórica.

  4. Diferenciar la sensación del clítoris y de la vagina (la primera es más aguda y focalizada mientras que la segunda está más esparcida e internalizada).

  5. Ayuda a sentir el útero y el interior del vientre cuya sensación de placer es aún más sutil.

  6. Aprendemos a diferenciar el placer en sí del placer con alguien.


El placer es un aspecto de nuestras vidas sobre el cual tenemos autonomía. Es la capacidad que los seres humanos tenemos de gozar a través de la sensibilidad de nuestro cuerpo. El placer no nos lo da nadie. Desde siempre se nos ha dicho que nuestro goce y nuestros orgasmos dependen de las personas con quienes estamos teniendo sexo, haciendoles responsables de ellos pero nuestra capacidad de sentir placer depende de nuestro conocimiento personal más que de la destreza ajena.


Cuando conocemos nuestro psicoerotismo nos reconocemos en nuestro derecho a sentirnos bien, a aprender de nosotrxs mismxs, a disponernos física y emocionalmente para sentir. Cuando esto ocurre podemos compartir el placer. El ser acariciadxs, besadxs, estimuladxs por alguien a quien deseamos supone un gozo distinto. Es el goce de compartir algo, de aprender otra forma de comunicarnos, de la sensación fusional del encuentro erótico.


Referencias


Sanz, J. (1990). Psicoerorismo femenino y masculino: Para unas relaciones placenteras, autónomas y justas. Subculturas femenina y masculina. Editorial Kairós, S.A.


Natalia Hilario De La Cruz

Escuela de Educación Sexual Explícita