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Enzo - Mis Juguetes

Por Santa Mandanga


EL DIARIO DE ENZO


Mis juguetes

Querido Diario, mi primer juguete fue un peluche de una jirafa verde con el pelo y los cuernos rojos. Me encantaba y se llamaba “Jirafeta”. Si no recuerdo mal, me la regaló la novia en aquel entonces del hijo del jefe de mi padre cuando llegué a Barcelona por primera vez.

Aunque, a decir verdad, creo que mi primer “juguete” fueron mis pulgares pues de mi vida sólo conozco desde que nací hasta los 5 meses, lo que había escrito en la partida de nacimiento y lo que mis padres me contaron. No puedo saber con certeza si en algún momento me dieron un chupete y no lo quise, o no lo tuve y recurrí a hacer la pipa con los dos pulgares.



Tras la llegada de Jirafeta comencé a hacer la pipa con ella entre las manos y se convirtió en algo importante para mí a la hora de dormir.

Después llegó Greta, que era un oso de peluche y también pasó a ser imprescindible a la hora de dormir.

Desde que tengo uso de la razón me gustaban muchos juegos, y para mí eran todos muy especiales. Desde los 6 años me gustaba jugar a damas con mi padre, al “Mastermind”, que me chiflaba, a cartas y a juegos de deporte. Es por eso que a los 7 años me regalaron unas chanclas, una pelota y una correa de perro para cuando lo tuviera. Le quiero dar las gracias a mi tío. Lo recuerdo con cariño.

Nunca tuve un juego favorito ya que iba por temporadas y me gustaban muchos que eran muy distintos entre ellos. Por suerte pude disfrutar la sensación de sentirme libre a través del juego y sobre todo a través del juego en equipo.

Recuerdo que no me gustaba el hecho de jugar solo, por lo que no estaba en casa durante el fin de semana a menudo si podía evitarlo. Siempre conseguía estar jugando fuera mucho rato y eso me ayudaba a tener más energía.


Yo en el colegio era muy movida, o al menos así lo describía mi madre, mi abuela, mi tía y, ahora de mayor, mi hermana.

En mi escuela había una hora de la semana en la que íbamos al aula de juegos. Había malabares, juegos de mesa, disfraces y me parecía muy divertido ir allí. Muchísimo.


El fallo fue que en esa aula había pistolas de juguete. El día en que un compañero de mi clase, con 4 años, me apuntó con una de ellas entre ceja y ceja a boca de cañón, aprendí que no estaba bien pegarle a la gente si me enfadaba por la bronca que me cayó después de agarrar el cañón de la pistola de juguete con todas mis fuerzas y quitársela de las manos a la vez que cogía impulso para darle con el mango en la nariz.

Al ver que empezó a sangrarle la nariz me preocupé muchísimo y, cuando se encontró mejor, la profesora me hizo pedirle perdón y darle dos besos y un abrazo, que era el método de resolución de conflictos en parvularios a vista de ahora.

Ojalá todas las personas que no respetan a otra personas por ser del colectivo LGTBI+ aprendieran este método de resolución de conflictos.

 

 

Durante el ciclo inicial de la escuela, el primer día de clase del año después de Navidad los profesores y las profesoras nos dejaban traer a la escuela el regalo que más nos hubiese gustado. Había quién traía un juego, un disfraz, un coche teledirigido y entre más juguetes inimaginables. Era un día muy bonito ya que toda la clase podía jugar con juguetes de todo tipo y de otras personas sin necesidad de tener que comprarlos, pues, desde muy pequeña tuve muy claro el valor del dinero, y por ende, el sacrificio que suponía para mi madre y mi padre el tener que ganarlo.

En una de esas Navidades, los Reyes Magos me trajeron una gran cantidad de juegos. Entre ellos había una máquina de juguete para hacer algodón de azúcar, y un juego de mesa dónde tenías que hacer pasar una pelota, flotando por un flujo de aire, por los distintos obstáculos que tú ajustabas a la dificultad que quisieras. Creo que fue el año que más jugué dentro de casa. Eso sí, tan solo lo hacía en los días que llovía o estaban grises.

Siempre me gustó mucho jugar con mis padres y mi hermana. Con mi padre y mi hermana jugábamos a que mi padre era un caballo y nos llevaba en su espalda gateando a donde queríamos, los dos a la vez. Después, de más mayores, yo quizás con 8 años y mi hermana con 4, jugábamos al mismo juego pero pasamos a subir de uno en uno a petición de mi padre. Pues, ¿quién dijo que ser padre es siempre fácil?





Con mi madre y mi hermana jugábamos a dibujar, pintar, escribir, y a hacer obras de títeres. A los 4 también nos gustaba mucho ir a hacer excursiones, a visitar sitios bonitos, ir de vacaciones y a ver a mi madre trabajar, ya que es titiritera y nos gustaba sabernos sus obras de teatro de memoria.

Cuando mi madre y mi padre tenían planes de salir a cenar nos quedábamos en casa de mi abuelo y mi abuela por parte de madre.

Allí mi hermana jugaba a dibujar con mi abuela y yo jugaba a desclavar clavos con mi abuelo. Él los clavaba con un martillo y yo los quitaba con los alicates. Era muy divertido.



En Navidades también ayudábamos a mi abuela a hacer la comida, y a mi abuelo a preparar la mesa para cuando llegara mi madre de trabajar a comer, porque siempre trabajaba ese día 25. De igual manera, siempre trabajaba el primer día del año nuevo y el plan y los quehaceres eran los mismos.

Crecí en una familia muy feliz. Tuve una grandísima suerte.


Me entristece muchísimo pensar que hay familias que son capaces de pegarle a su propio hijo, a su propia hija o a su propie hije porque no son lo que dichas familias esperan.

Yo no era tal y cómo a mi abuela le gustaba que fuera, pero no me trataba mal por ello. Tampoco me gustaba la ropa que a mi madre le hubiese gustado que usara, pero no me trataba mal por ello.

Querido Diario, creo que las personas ya tienen suficientes problemas cómo para que algunos especímenes de la raza humana se dediquen a querer crear problemas dónde no los hay.

 

El problema es que aún a muchas personas les da igual la calidad de vida de las otras, a modo egoísta.

¿Quién puede ser 100% feliz sabiendo que en el mundo hay hambre? 

¿Quién puede ser 100% feliz sabiendo que en el mundo hay guerra?

Me conformé con un 80% hasta que esto no cambiara y me comprometí a cambiarlo en la medida de lo posible. Por eso te escribo a ti, Querido Diario, a quién acabaré llamando Dido, un nombre neutro inventado por mí como a mí me gusta. Apunto que creo que todo está inventado, pero uso el término cuando la idea me ha salido fortuitamente y sin constancia alguna en mi cabeza sobre dicha palabra, en este caso.


Escribo porque no sé para dónde tirar y sé que tengo que conectar todas mis vivencias, experiencias, quereres y voluntades en un mismo sitio. Y este sitio eres tú, Dido. El punto de partida en mi vida para reordenar, desaprender, rectificar y corregir hechos que hago aunque no me gusta hacerlos.

Ojalá en esta vida todo fuese corregible.


De ahí surge mi voluntad de hacer que las personas sientan más amor, más tolerancia, más respeto, más humildad, más felicidad. Intento hacer llegar este mensaje a través de lo que me gusta. Una de las maneras en que prefiero hacerlo es escribiendo canciones porque allí es donde realmente me puedo escuchar. Donde siento qué quiero, qué necesito y qué amo.


Ojalá en las escuelas se enseñara mucho más sobre respeto.

Pues hay muchos profesores y profesoras que no merecen estar al frente de las clases en las que están. Pero nadie dice nada.

Hay muchos padres y madres que se creen capaces de mentir reiteradamente a sus hijos, hijas e hijes en lo que a diversidad se refiere. Pero nadie dice nada.

 

Sé que lo de “pero nadie dice nada” es un tópico.

 

Y más en estos tiempos.

 

Pues sí que se dice algo. Muchas veces se dice todo.

Pero Dido ¿Por qué si se dice todo, muchas veces las personas que discriminan a otras por razones de raza, género, orientación sexual, clase, cultura o política después de hacerlo no reciben ninguna consecuencia?

 

¿Por qué nos empeñamos en pedir respeto para lo nuestro cuando estamos en primera fila sin darnos cuenta cuando se trata de no respetar otras causas que quizás desconocemos?

 

¿Hasta qué punto la desinformación es una excusa para no respetar y hasta qué punto hacemos una autocrítica vaga sobre nuestra persona?

 

¿Hasta cuándo nos permitiremos como sociedad que no se les explique a las personas de 0 años en adelante que el género es diverso, no-binario, y libre?

Trabajemos en lo de libre y así lo explicaremos pronto. 

 

Ahora, Dido, eres mi juguete favorito.


Santa Mandanga

Escuela Educación Sexual Explícita